Hoy no tenía el alma como para dejarla ir sola por aquella ruta de recuerdos.
No podía desentenderse de ese interior que mendigaba una evocación a un tiempo de felicidad compartida.
Tenía esta vez, una vez más, que consentir el paso de la añoranza que anhelaba sus entrañas.
El mundo, su mundo, era demasiado lamentable como para no aceptar otra vez la recapitulación
de sus días con ella.
¿ Qué podía hacer ?. Eran los únicos momentos en que no traicionaba ese sentimiento de existir aún por ella.
Las risas, el ir y venir forzados, esa falsa indiferencia al dolor, no era más que un disfraz pesado e insoportable que la remolcaban a ausentarse de esta pasión suya de revivir lo que un día vivió.
¿ Qué puede hacer si no ?. Aún sabe que la ama, que su vida es ella.
Lo sabe.
Y ¿ qué puede hacer si no regresarla de esta ausencia para poder sobrevivir, una vez más, al martirio de no morir de amor ?.
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