Media noche.
Doy vueltas con una luna
que no sabe estarse quieta
en tanto me ronda la cama
el miedo gris
de los que nunca fuimos valientes.
Emoción desagradable
de aquellas percepciones
reales o imaginarias
que compatibilizamos con cualquier tiempo
pasado o futuro.
Taquicardias de un corazón
al galope de una angustia escalofriante
que no tiene nada nuevo que contarte ,
pero frena en seco
todo lo que no sea el ruido
del pánico y la cobardía .
Rompiendo los cristales, los espejos
que me devuelven el reflejo
de lo que nunca quise ser.
Tener miedo es una amenaza continua
a lo que ocurre ahora
y una advertencia constante
a lo que no ocurre nunca.
Si cierro los ojos
el miedo se abre más
y al temerle serpentea en la insolencia
del que todo lo sabe.
¿Conocerá mi pánico a quedarme parada de pronto
frente a un te quiero
no poder matarme contra esas palabras,
leerlas
y no encontrar sentido?
Ojalá esto fuera un antónimo,
todo lo contrarío al miedo gris
de los que nunca fuimos valientes,
que la última sensación sea
aún, todavía, siempre
como un adverbio que llega a tiempo ,
que complementa las oraciones que no rezo
que coincide
y es capaz de subordinar
y modificarme
a un pretérito pluscuamperfecto