Me voy adaptando al tiempo
en medio de alusiones que me muerden
o que me acarician el alma.
Me voy tras una sonrisa,
me entretengo en la diminuta luz de una mañana
que amanecía en consonancia a un abrir y cerrar de sus ojos.
En esta reconciliación prudente y reflexiva,
donde los relojes se ponen de su parte,
y este frío de la mañana hace que me arrope
con los recuerdos que hacen cabriolas entre las sábanas
y desordenan pasado y presente,
me encuentro en la pérdida inevitable
de las voces pretéritas que me reconocen.
Cruzar los espacios es
advertir, rozar , hallarse las cicatrices
de esas heridas que tatuaron la línea
del principio y el final.
Y aquí estoy moderando entre los ayeres
en que no la quise
y entre los que no me quería.
Llevando al sueño a un imsomnio
que no tiene prisa por dormirse.
Recordar a veces es un consuelo,
es desatarse las manos
para tocar la alegría,
saberla nuestra allá donde fue.
Aunque también a veces sea,
amarrar al corazón al extravío
de lo que fue nuestro,
y que no regresa porque practica y aprende
el idioma del olvido.
Traigo a la memoria
el orden y la confusión ...
La risa y el llanto...
La seguridad y desconfianza
de un amor perdido.
Y a ras del sentimiento vigente y consciente,
intercedo , recomiendo , elijo pasar página.
Y seguir leyendo lo que escriba la vida.
Sabiendo que no es posible comenzar de cero,
ni recuperar el tiempo.
Mañana, después,luego...
Adverbios invariables que pueden
modificar cualquier verbo.
Me estoy habituando,
calmando detrás del calendario.
Repaso las horas.
Sé que me duelen mucho menos,
Y esta es la medida, la métrica
y el acento de este verso.