domingo, 5 de julio de 2009

treinta millones de pesetas.

Era malisíma en eso de hacer números , cuentas y balances.

Cuando adquría cualquier cosa no eran de esas personas que median una a una la posibilidad de si la compra trastocaba la llegada a fin de mes.

Al hacer la compra de la semana Luisa, su pareja, sentía verdadero pavor al verla introducir en el carro todo tipo de marcas sin hacer comparación de precios entre una y otra. Y la desconcertaba considerablemente que pasara impasible delante de los carteles que anunciaban extraordinarias ofertas.

Ella, la malisíma, en eso de hacer números, desconocía el precio de una simple botella de leche.

Al hablar de facturas, quizá podía hacer un cálculo aproximado de la de la luz, el agua, internet, etc. Pero jamás daba en el clavo sobre la cantidad exacta.

Definitivamente los números no habían sido pensados para ella. Pareciera que una anomalía congénita los eliminara o los empañara dentro de su cabeza. La envíaban a hacer un recado y a la pregunta de cuánto te ha costado, siempre mostraba el tiket de compra como respuesta. Ciertamente los números no vivían con ella.

Todo esto ocurría hasta que un día les tocó la lotería en un décimo que compraron para un sorteo extraordinario de Navidad. Y de la noche a la mañana Luisa desapareció de su vida llevándose consigo la cantidad íntegra del premio. Tal acontecimiento no agudizó su habilidad para los números pero desde entonces dice saber con total seguridad que su amor costó treinta millones de las antiguas pesetas.




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