Había vuelto al pueblo después de veinte años. Muy distinto el norte del sur a su parecer.
Al pasar cerca de la casa de la que había sido su gran amor, Andrea sintió un escalofrío que volvía de otro tiempo.
La casa, con el número 9, vendida tras la muerte del padre a unos ingleses, a pesar del tiempo se veía igual, y se vió siendo aún una niña a las ocho de la mañana, llevando un pastel recien traído , porque Marta le había dicho la noche antes que se lo llevara en cuanto el vendedor lo dejase en la tienda de sus padres y la vergüenza que pasó cuando tuvo que decirle a esas horas de la mañana a la madre de Marta que traía el dulce a su hija.
Más recuerdos revivieron aquel día, incluso hubo algunos que pareciendo ya olvidados se mostraron meláncolicos sorprendiendo a Andrea.
Después de veinte años seguían idénticos de emociones y ella no sabía si reirlos o llorarlos y optó por lo primero, esbozando una amplia sonrisa, al fin y al cabo y a pesar de ser un amor no correspondido, veinte años después se sentía feliz de haber amado de aquella manera.
2 comentarios:
Veinte años es toda una vida y no es nada también. Imaginar cómo seremos en ese tiempo,cómo habrá cambiado el mundo y si nos reiremos o no de esos amores pasionales que nos embargan el alma y el aire. Aysss, los recuerdos y la melancolía de l@s sentimentales, con lo que me gustan a mí las novelas que vuelven hacia atrás, como un flash back de una vieja pelicula de cine en blanco y negro....
...Sentir que es un soplo la vida, que 20 años no es nada...
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