viernes, 21 de agosto de 2009

Dentro de quince minutos.

Miró el reloj, las ocho menos cuarto, dentro de quince minutos llegaría Erika sonriendo como siempre y al igual que siempre contagiado y al son de esa alegría el corazón de Inma le bailaría feliz de concretar en Erika la felicidad y saberla suya.
Se asomó por la ventana para distraer la espera. La tarde se había cerrado por oscuras nubes que amenazaban tormenta, la calle aparecía desierta y un tañido de campanas rompía el silencio tocando a duelo.
Vió aparecer un coche, blanco concretamente, no entendía mucho de marcas de coches pero le pareció un Ibiza. Concetró toda su visión en él, cuando creyó ver que Erika besaba en la boca a otra mujer que ocupaba el asiento de conductor de aquel vehículo.
Efectivamente era un beso en los labios. Se ocultó tras los visillos para ver sin ser vista. El beso parecía no ser de despedida pues Erika no bajaba del coche. Un beso siguió a una caricia que llevó a su vez a otro beso, otro y otro más.
Inma sentía el desasosiego de su corazón traicionado y un fallo en las piernas que le hacían casi imposible sostenerse en pié. Rebuscó en el último resquicio de sus entrañas un poco de fuerza y valor, algo que le costó encontrar porque sólo quería llorar.
Se dió cuenta que era insuficente la valentía que había adquirido cuando comprobó que esta se le desmayaba en cada centrímetro que acortaba la distancia hasta el coche.
Al llegar al Ibiza blanco golpeó en los cristales. Las dos mujeres parecieron no sorprenderse, pausadamente Erika salió del automóvil.
_ Lo siento, no supe de otra forma para que te enteraras _ .
Oir aquellas palabras hizo que al fin Inma soltara lágrimas que se empeñaba aún en retener y fue a la vez como un resorte que elevó su mano cruzando con una bofetada la cara de Erika.
_ No supiste de una forma más cobarde... _
No pudo seguir, su voz se ahogó en el llanto que a esas alturas sus lágrimas habían propiciado.
Se dió la vuelta lo más rápido que pudo para alejarse de allí y en su huida cruzó en rojo por un paso de peatones por donde pasaba un cohe también rojo que se la llevó por delante.
Intentó abrir los ojos, unas figuras difusas la rodeaban, no podía respirar, intentó levantar un brazo para determinar si era sangre lo que manaba por su cara.
_ Inma, Inma... _ Oía muy lejana la voz de Erika.
Y en un último esfuerzo como si adivinase que no habría otro momento siguiente a ese, balbuceó en un tono inaudible
_ No supiste de una forma más cobarde ... _
Y esta vez la frase tampoco pudo ser acabada.

2 comentarios:

noviembres dijo...

uffff, uffff, ufff, que no nos pase nunca nada parecido, que "los dioses" se apiaden de nosotr@s y tod@s nuestr@s amores puedan mirarnos a la cara para decirnos adios...

alasdemariposa dijo...

Amén.