Las hojas doradas del otoño tapizaban ya casi por completo todos los rincones del parque.
El templado sol de la mañana comenzaba a calentar sus mejillas. Ángela tiraba de Maya, su labrador retriever, que empecinada husmeaba en unos arriates cercanos, negándose a seguirla.
_Vamos Maya no seas tan remolona_.Esto le decía a su perra,cuando alguien a su espalda le tapaba los ojos con las manos mientras le preguntaba_ ¿ quién soy ? _.
La voz no le resultó nada familiar, en cambio las manos de una suavidad extraordinaria alertaron a su corazón. _ Ni idea_,dijo mientras insistía en la sedosidad de sus manos.
Cuando ya la dejaron ver se volvió y halló la razón por la cual el motor de sus sensaciones había activado el botón de alerta.
Una sonrisa,la de Victoria concretamente, la de la mujer con la que había compartido media vida la saludaba radiante _¿ No vas a decirme nada? _. _Claro que sí,holaaa_ reaccionó Ángela.Y notó como se le derritió el alma al contacto de su abrazo._Esta es Lola, una amiga_dijo Victoria. _Hola,dijo la aludida.
_Claro_pensó Ángela en tanto respondía a su saludo _por eso no reconocí su voz fue esta la que habló.
El rato que estuvieron hablando tanto Maya como Lola las miraban inquietas. Lola alarmada por la alegría de aquel encuentro y Maya agitada por la conmoción que percibía en su dueña. Tanto una como otra deseando seguir en dirección contraria para respirar tranquilas.
La agitación había caldeado más sus mejillas, algo que notó Ángela minutos después de despedir a Victoria, cuando fue totalmente consciente de la autenticidad de la plegaria que un día leyera y que decía:"Líbranos Señor, de encontrarnos años después con nuestros grandes amores".
_Sobre todo _piensa Ángela_ cuando se van a Paris porque allí vive la mujer de su vida.
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