Otro día que empieza y desploma la brutal realidad sobre Adela.
Ha sonado el despertador y tiene que enfrentarse a él. Y enfrentarse a ese día conlleva encontrarse con los ojos de Inés que la van a mirar con el mismo amor que ella cuando apenas llegar se encuentren en el trabajo.
Enfrentarse a él es saberla cerca y desistir de todos los propósitos de distancia que se propone en las largas noches sin ella.
Inés le va a sonreir encuanto la vea aparecer y ella deseará con toda el alma que en ese instante el mundo se detenga y sólo existan ellas dos.
Sin esas realidades aplastantes que ella no puede derrocar y ante las que se siente impotente, débil, triste...
Esta existencia suya, crónica de un amor que parece imposible porque Inés parece incapaz de vencer sus miedos. Unos miedos que a veces Adela no puede justificar porque ella sí podría fácilmente vencerlos por el amor de Inés.
Y se pregunta entonces Adela, si quizá Inés no los vence por la comodidad de tenerlo todo, a ella incluida. Y es ahí cuando surgen las determinaciones de Adela de poner fin a este amor y desistir del intento de una vida juntas.
No quiere salir de la cama y abandonar el sueño que tenía en que se veían despertando una al lado de otra, no quiere colisionar otra vez con la verdad de que Inés despertó en otra casa y en otros brazos, no puede, hoy parece que las fuerzas le fallan más que nunca. Se levanta muy a su pesar, siente que el corazón sigue reclamando y suspirando un día distinto en que Inés se acerque a ella y le susurre al oído (porque a nadie más le incumbe) que sí, que van a emprender otra vida sin temores, sin cobardías en la que van a dar fe de que el amor puede triunfar en cada batalla, que puede incluso bastarle un pequeño soplo para desmoronar los muros que parecen separarlas.
Suspira Adela, qué bonito es imaginar que las cosas van a ser así. Lamentablemente no lo es. Otro día empieza y acaba de ver a Inés bajarse del coche, ella sigue en el suyo observando cada movimiento pensando cómo sería posible sacarla de su mente y de su alma, no sentir esto que tanto duele.
Inés ha reparado en Adela y levanta la mano en señal de saludo y le regala esa sonrisa que la vence y derrota todo pensamiento que no sea quererla, amarla.
- Ay dios - Se dice así misma Adela- ¿ Cuándo será el día en que no halla obstáculo para la completa alegría ? , y sale del coche y sonríe también porque tiene delante a su amor y no puede hacer otra cosa.
No hay comentarios:
Publicar un comentario