lunes, 11 de mayo de 2009



Pero todavía recuerdo perfectamente el día y la hora exacta en que te entregué mi corazón para siempre. Había salido a dar un paseo con una amiga del colegio y estábamos charlando en el portal. LLegó un coche, se paró, y de él saliste tú, de ese modo impaciente y espontáneo que todavía hoy me enloquece. Viniste hacia la entrada. No sé qué me impulsó a abrirte la puerta y ponerme en tu camino, de modo que casi tropezamos. Me miraste con calidez, suavemente, y me sonreíste con ternura- sí, con ternura, no lo puedo describir de otra forma-. Me dijiste con una tenue y afable voz: - Muchas gracias, señorita.

Eso fue todo, querido. Pero desde ese segundo, desde que sentí esa tierna y suave mirada quedé a tu merced. Después comprendí que esa mirada que atrae, que te envuelve y te desnuda a la vez, esa mirada de seductor consumado, era tu modo de mirar a todas las mujeres que se cruzaban en tu camino, a cualquier vendedora que te atendía, a cualquier criada que te abría la puerta. No eres consciente de esa mirada, que tu ternura hacia las mujeres hace parecer más dulce y afectuosa en su insistencia. Pero yo, con trece años, no sospechaba nada de eso, vivía como sumergida en fuego. Creí que esa ternura sólo era para mí, para mí sola. Como adolescente, en un segundo, se despertó en mí la mujer que había de enamorarse de tí para siempre.

( Carta de una desconocida. Stefan Zweig )

3 comentarios:

Miguel dijo...

Qué obra maestra esta "Carta de una desconocida" y qué gran escritor Stefan Zweig. ¿Dónde has conseguido el libro?

alasdemariposa dijo...

Hola! A mi hermana se lo regaló su novio, jajajjaaa.

Miguel dijo...

Qué gusto tan exquisito tiene el novio de tu hermana...