Abrí un cajón. Mi ropa estaba igual de triste que mi alma.
Sentí un escalofrío; era por el hielo de la soledad chocando contra los cristales de mi corazón.
Comencé a alimentarme de recuerdos y acampé de lleno en el pasado. Con el cuerpo y la mente sustentados de un tiempo que ya no es, canto canciones en un fébril escenario carente de público, de luz y de sentido. Falsas caricaturas de una esperanza , desechos de largas horas imaginando el regreso.
Regresar, ¿ de dónde?. Tú de esta ausencia tan odiosa que me descamisa, me descalza, me desasea de todo este yo que soy sin tí.
Y ¿yo?, yo retornar de esta larga agonía que con dentelladas de dolor deja demacrado y sin aliento este ser yo por querer lo que sin tí no quiero.
Abrí la puerta y encontré mi casa tan solitaria como estaba yo y decidí exterminar cada segundo de melancolía por tí.
Pasaron muchas horas en lucha feroz y sangrienta batalla. Alzándome en la victoria casi estaba, cuando al filo de la medianoche dejé mis fuerzas sobre la cama al sentir el vacío de poder sentir ya nada.
Y claudiqué sin condiciones.
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