viernes, 24 de abril de 2009


En aquella tarde del mes de Marzo, tras cinco meses de ausencia, Eva va ilusionada a encontrarse con Paloma. Su paso es presuroso y a la vez tembloroso. Tiene la pretensión de confesarle a Paloma que los meses que han pasado han sido un tormento interminable en donde no ansiaba más que su regreso.

El parque a aquella hora de la mañana no está muy concurrido y no tiene problemas para encontrar un banco libre.

Se sienta a esperarla y se siente confiada en que va a lograr nuevamente que Paloma retorne a su vida.

Piensa que ese logro será el que pregone que el amor a veces vuelve para restaurar el orden de todas las cosas.

Ese regalo de ese día inmensamente azul va a deslumbrar al mismo sol.

Poco después percibe Eva que allá a lo lejos se divisa la imagen de Paloma que se acerca acompañada.

Se saludan, se besan y Paloma presenta a quien la acompaña.

- Este es Ricardo, mi marido-.

Y fué en ese punto exacto cuando palideció el día y una tormenta de lágrimas internas ahogó el corazón de Eva.

1 comentario:

Miguel dijo...

Este es un relato de una refinada crueldad.