martes, 13 de septiembre de 2016

Disonancia.



Qué extraña forma, por no decir absurda,
de ofrecer ayuda.
De reducir a cincuenta y una palabras
más de ocho mil horas.
Se diría que no duele el tiempo,
que no pasó el corazón  una tormenta 
ni se colgó  para secarse  de tanto ayer.
Mi nombre escrito
me sorprendió al sol tibio de Santander
y me hizo atender pero no querer.
Y  es verdad que nunca se sabe...
quién puede dañarte
y en disonancia te desee lo mejor.
Resuenan sus palabras cuando todavía me las tropiezo.
Qué extraña forma de conjugar pasado y presente,
parece que el reloj pierde equilibrio
en otras esferas del mundo.
Las eses, los números, las vocales 
me abrevian otros escritos semejantes,
aunque ahora sin preguntas.
Qué apartados  de la realidad,
sospechosos todos, 
y sin ningún indicio de presunción de inocencia.
Qué extraña forma tiene su  calendario de interrogarme,
y qué triste que sea el silencio quien responda 
y no yo.



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