viernes, 7 de noviembre de 2008

LA SEMANA QUE VIENE

Volvió a tener el mismo sueño que hasta hace un año se le repetía continuamente; Ella avanzaba suavemente por unos verdes prados, la brisa en su rostro, los rayos de sol bañando su cuerpo, plenitud y felicidad...
Pero al fondo, en la línea del horizonte, una figura se le iba acercando lentamente, al principio solo una leve perturbación, después pequeños ataques de ansiedad, hasta que la silueta tomaba forma y le envolvía el puro terror. Era él de nuevo, que volvía para atormentarla...
Ana despertó envuelta en sudor, pero esta vez resistió las lágrimas, apretó fuertemente los labios y marcó un número de teléfono:
_ Hola Carmen, soy Ana...
La había conocido el año pasado, en uno de esos momentos críticos de su vida. Su ex-marido había comenzado una campaña de acoso, pese a tener una orden de alejamiento.
Aquella mañana estaba completamente borracho, la había localizado y la perseguía. Ella se refugió en un supermercado y corría por los pasillos, tropezando con los carritos de los clientes,tirando latas al suelo, poseida por un pánico muy justificado por experiencias anteriores. Sentía ya su aliento pestilente en la nuca cuando llegaba a la sección de productos para el hogar. Su mano le rozaba ya el pescuezo, cuando, de pronto, cayó al suelo como derribado por un rayo.


Al mirar atrás lo vio penosamente tirado, agarrado por la esbelta vigilante de seguridad. Carmen le sonrió mientras esposaba al monstruo y esa sonrisa le devolvió la tranquilidad.
Fue una tarde de declaraciones y papeleo en la comisaría. Carmen estuvo a su lado en todo momento y, cuando terminó todo aquello fueron juntas a tomar un café. Hablaron durante horas y la guapa vigilante hizo reir a Ana, acontecimiento que llevaba demasiados meses sin producirse. Parecía haber una química especial entre las dos.
Finalmente Carmen cogió la mano a Ana y le dijo:
_ Me gustaría ayudarte a superar esto.
Era una posibilidad muy tentadora, no podía rechazar la oferta de quien se ofrecía como amiga y protectora, pero lo hizo. Necesitaba estar sola y reflexionar y, aunque su propósito era firme,en los meses siguientes estuvo a punto de llamar a Carmen en más de una ocasión.
Había transcurrido un año desde aquello y al fin Carmen volvía a oir la voz con la que había estado soñando todos estos meses. Su trabajo la había llevado a Madrid y le propuso quedar para la semana que viene.
Ana reservó un hotel en Alcalá de Henares. Allí pasó la noche del diez al once de Marzo.
Al día siguiente tomó el tren para Atocha, donde estaba destinada su amiga. A las ocho terminaba su turno y desayunarían juntas.
Es cierto que el destino está a punto de jugar una mala pasada a estos dos seres que buscan juntos su felicidad. Dejo en el lector la responsabilidad de elegir si Ana viajaba en uno de los vagones con las mochilas asesinas o no, si perdió su tren y no pudo coger el siguiente, si Carmen se encontraba trabajando aquella mañana en las vías de cercanías, si fueron muertas, heridas o simplemente conmocionadas. Dejo mis humildes personajes en manos de un lector omnisciente, esperando dé un final feliz en una mañana de dolor.
( Miguel Ángel Jimenez )

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