viernes, 16 de julio de 2010

Las horas de la tarde languidecen entretenidas tal vez en algunos resquicios del inminente verano.
Ella encima de la roca contempla como el viento se columpia en las azules y verdes olas del mar. Contempla también como su amor es acariciada por los rayos dorados del sol y como su cuerpo en la arena, duerme plácido.
Se sienta a su lado y adivina su sueño, que como pigmalión trata en vano que la Diosa Afrodita obre el milagro.
Y despierta Amanda y entra al mar banándose de espuma y sal . Una
mujer se le acerca intentando la conquista y ella que contempla ahora de lejos a su sirena no puede impedirlo porque resulta inútil salir de los límites de la muerte.

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