Las horas de la tarde languidecen entretenidas tal vez en algunos resquicios del inminente verano.
Ella encima de la roca contempla como el viento se columpia en las azules y verdes olas del mar. Contempla también como su amor es acariciada por los rayos dorados del sol y como su cuerpo en la arena, duerme plácido.
Se sienta a su lado y adivina su sueño, que como pigmalión trata en vano que la Diosa Afrodita obre el milagro.
Y despierta Amanda y entra al mar banándose de espuma y sal . Una
mujer se le acerca intentando la conquista y ella que contempla ahora de lejos a su sirena no puede impedirlo porque resulta inútil salir de los límites de la muerte.
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