No sabía cuánto lo había amado hasta que lo había perdido. Con Martín le había pasado lo mismo que con su cajita de música.Se había aguantado muchas veces las ganas de darle cuerda y abrirla,aunque le fascinaba hacerlo,para ver cómo salía aquella estilizada bailarina de ballet y bailaba el lago de los cisnes sobre el cristal;Pensaba que si la abría demasiado,corría el peligro de que se dañara el mecanismo,tenía miedo de romper la cuerda. Había desperdiciado tantos momentos con Martín por miedo a que se les gastara el amor,y el amor se les había roto en el desuso;ahora se arrepentía de tantos rechazos y silencios;de tantas noches en las que sus cuerpos habían podido arder y en cambio se habían helado en el estoicismo del orgullo y del cansancio. No habían sabido aprovecharse de tenerse. En este momento que lo veía claro,ya no podía hacer nada. La música ya no sonaba,y la bailarina no bailaba.
( De los amores negados. Ángela Becerra )
1 comentario:
Creo que según va pasando el tiempo somos más conscientes de nuestra fugacidad y buscamos aprovechar todos los momentos mucho más...
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