En los brazos de otra.

_ No sé por qué lo he hecho. Esa misma pregunta me la he hecho ya quince mil veces, y no encuentro la respuesta.
Tal vez sea porque el matrimonio es una puta trampa en la que irremediablemente caes.
Una red de rutinas que te roba pasiones y decepciona los sentimientos.
Puede que la costumbre de saberte mía y saberme tuya desatienda incluso los más insignificantes detalles.
Y Probablemente, todo esto sean solo excusas para no ser la única culpable y acusar a algo o a alguien más, de este tiempo tan desganado. Pero, sinceramente, no lo sé.
Ella me ha dicho que se está enamorando de mí, yo sin embargo sé que te quiero a tí.
Y esto sí que no es un pretexto para que no se me culpe de infiel o de destroza corazones, es la única certeza de todo este entablado que se me cae encima.
Puedes decirme que salga por esa puerta, mandarme a la mierda o a la puta calle para que no vuelva más, puedes escupirme a la cara y maldecirme de por vida, pedir el divorcio... porque quizás me lo merezco. Pero lo que no puedes es pretender achacar todo esto a que ya no siento nada por tí, porque seguramente esa sería la mayor infidelidad. No solo hacia tí si no a toda esta estúpida y rídicula persona que soy yo, que sabe que ama a su mujer por encima de todas las cosas y cae presuntuosa y engreída en los brazos de otra.