( Esther Tusquets. Varada tras el último naufragio )
viernes, 19 de noviembre de 2010
Varada tras el último....
... Lo cierto es que la tuve tuve entre mis manos la luna y nadie logrará convencerme de que tenerla no mereció la pena, la tuve años y años porque Jorge me la dio en un instante con cuatro palabras cuando dijo " todos los días durante toda la vida" y no me la quitó hasta mucho después también en un instante y con poquisímas palabras " no se te ocurre que tú y yo podemos haber dejado de querernos" y no Daniel, a mí no se me había ocurrido que pudiéramos dejar de querernos porque querernos era un primer principio en el que se apoyaba para mí cualquier razonamiento posterior querernos era la base en que se asentaba el mundo y mi visión del mundo, querernos estaba en la raíz en la mismisíma raíz de mi existir y al cesar este amor o la certeza mía de este amor o mi fe ciega en este amor todo el complicado andamiaje de mi vivir debía venirse forzosamente abajo y todo abajo se vino, y repito que no pudo haber sido de otro modo porque si para Eva o para Pablo o para el otro poeta para Miguel aquel que no lo ha perdido todo no ha perdido nada, para mí en cambio y para aquellos que viven como yo aquel que ha perdido una parte lo ha perdido irremisiblemente todo, puesto que todo andaba unido y revuelto y junto y hay envites en los que no se concibe el regateo, hay apuestas que no admiten tope ni rebajas y la luna se tiene o no se tiene y si alguien ha ido a buscarla para tí a lo alto del cielo o al último círculo de los infiernos y te la ha puesto entera en los brazos, hermosa luna pálida del más radiante plenilunio, y luego viene y te la quita no podemos negociar: déjame por favor un pedazo, hay que abrir los brazos y dejar que la luna escape resbaladiza, rauda, vertiginosa de nuevo hasta lo más alto del cielo....
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