Entendí que el ocaso pinta de rojo tu recuerdo
en la misma tonalidad que la tarde despide un sol de invierno
que apenas calienta el abúlico frío que pretende aterir mi memoria
mientras tú la cruzas
como planean las gaviotas el cielo
sustentándose en el aire
a una velocidad constante.
El mar acomoda su música entre las olas,
idéntica a idénticos tonos
que ya conocimos
cuando a lo lejos rompían el silencio
de una madrugada vencida de sueño
y deseo.
Me recreo un instante en ponerle letra al momento,
en traducir esta emoción que usas
para ponerte a juego con este paisaje
y este horizonte adornado con tres nubes , que presumen de gris,
en el que te extraño ,
otra vez.